martes, 8 de febrero de 2011


Fuente: El Espectador, Colombia. Por: Sara Araujo Castro

Cuco Valoy (República Dominicana, 1937) lo dice con la confianza de quien ha hecho bailar a más de una generación en nuestro país: “Le enseñé a Colombia lo que era el merengue”. Hizo de La Arenosa su segunda patria y grabó varios himnos carnavaleros. Barranquilla le ha pagado con creces, lo ha bailado, ovacionado y recibido innumerables veces en su Festival de Orquestas.
Ahora lo espera para escucharlo de nuevo, pero no sólo cantar, sino contar sus historias y sus anécdotas en el escenario del Teatro Amira de la Rosa, palco desde donde se le hace un homenaje al Carnaval desde las artes. ¿O será al revés, un homenaje a las artes desde el Carnaval?
El principio de todo fue por el año 57. Apenas cumplidos los 20, con sones, guarachas y merengues metidos en la cabeza y el corazón, el muchacho de Manoguayabo (barrio popular de Santo Domingo) sale a buscar a su hermano Martín, a quien le habían regalado una guitarra, para arrastrarlo en su sueño: dedicarse a la música. Fueron los sones montunos de la agrupación cubana Los Compadres los que inspiraron a los hermanos Valoy, que terminaron llamándose —en un guiño a sus inspiradores— Los Ahijados, y haciendo nuevas versiones de estos sones, que se empezaron a regar por todo el mundo caribe tras la primera grabación en 1965.
Diez años después de haber grabado el primer álbum con Los Ahijados, Cuco Valoy cambió su rumbo y grabó el primer merengue, titulado No me empuje, con Los Virtuosos, ya no un duo sino una orquesta. De ahí en adelante su voz se hizo emblemática y vendrían la salsa y el merengue en forma y temas inolvidables como El brujo, Nació varón y la canción que lo ha identificado, Juliana, dentro de una larga lista.
El maestro Valoy habló con El Espectador desde su casa en Miami. Pero eso sí, antes de la primera pregunta ya había dado su sentencia “Hombre, sí, Barranquilla es la ciudad de mis amores”.
¿Cuál es el tema que a usted lo identifica?
Toda la música tiene el mismo sabor, la misma consideración. Pero digamos que uno se identifica más con una. Para Matamoros sería Lágrimas negras o Son de la loma. La mía es Juliana, fruto de unos amores equivocados en la adolescencia. Dentro de todas las canciones, es la que más me gusta.
Mas que ‘El brujo’, que lo bautizó?
El brujo tiene una historia muy larga. En los años 60 todavía las mujeres, cuando los hombres se portaban mal, usaban toda la santería y les hacían trabajos. Les ponían un polvito en la puerta de la casa y cuando el hombre entraba se ponía más bobo que ya tú sabes. Esa fue a nivel nacional la canción que le pone el nombre a Cuco después de Los Ahijados.
Hablemos de Los Ahijados, una faceta poco presente para los colombianos...
Oye mi vida, si tú supieras... el tiempo pasó y borró cómo los colombianos de aquella época disfrutaron a Los Ahijados. Pero sí los gozaron. Cuando tuve mi primer carrito, por los años 60, me gustaba pasear a las novias por una calle muy famosa que se llama George Washington, el malecón de Santo Domingo. Y recuerdo una noche a través de radio Caracol, en onda larga, escuché: “Yo quiero un vacilón para una negra sabrosa… y después del vacilón que ella se ponga melosa”, un éxito nuestro. Cuando los temas se tocan en la radio, es porque gustan.
Entonces Los Ahijados fueron muy populares en ese tiempo, hasta que tuvimos la suerte de llegar allí con Los Virtuosos. No haciendo muchas cosas, sólo agregando un piano e instrumentos de metales hicimos un grupo bien sabroso. Por suerte Dios me dio la vida y la oportunidad de conocer a esa tierra que llevo en el corazón, ‘Curramba’.
En Cali también lo quieren mucho...
Claro, si por ahí fue mi entrada. Cuando llegué a Colombia en 1979 entré por Cali. El primer concierto que toqué fue en Buenaventura, una cosa especial.
Usted se formó en el Conservatorio, pero ha mantenido siempre la sabrosura...
Yo siempre he sido un músico de pueblo, de la gente de la clase media. Sí estudié, pero siempre he hecho música pensando en esa gente que me ha apoyado, que me ha dado prácticamente la vida, la oportunidad de criar a mis hijos. Yo estudié música en el Conservatorio, porque tenía la ilusión de alfabetizar a mis hijos en la música —que yo siempre pretendí que fueran muchos—. Me pasé un poquito porque pensé en 12 y llegué a 15. Pero en esa época se podía.
Usted les inculcó el amor a la música, y ha tenido grandes artistas, por ejemplo Ramón Orlando.
Trabajar con mis hijos es maravilloso. Con Los Virtuosos, Ramón Orlando, que era entonces un adolescente, ya trabajaba con nosotros. Él se quedó en el merengue y la balada.
¿No le parece que el merengue es un género que ha cambiado mucho?
Bueno, el que hace Cuco últimamente tiene más o menos la misma idea de los 80, pero no se difunde como en aquel entonces. Ahora los vagabundos del país mío hacen un tipo de merengue que no entienden ni ellos mismos. Pero no puedo decir que está mal, pues comercialmente ellos viven de eso. Así como me pasó a mí cuando yo tocaba los sones con Los Ahijados a mi estilo. ¡Qué diría Matamoros cuando me oyó tocando son, porque yo le cambié la cara que tenía!
Cuéntenos de su llegada a Colombia.
Cuando yo toqué el primer merengue en Buenaventura, ese tipo de merengue no se conocía. Entonces les fascinó lo que hicimos, la gente quedaba hechizada. Y luego me pasó en Cali y en Barranquilla. Yo le digo cuál es el merengue que inspira a los colombianos de esa época: Frutos del carnaval. Ese abrió la puerta de lo que ha sido una de las músicas más fuertes para bailar y divertirse, el merengue de los 80.
¿Qué le gusta de la música colombiana?
En estos momentos los mejores grupos en el asunto de la salsa o el son montuno son los colombianos del Grupo Niche en adelante. En esta época me fascina lo que se está haciendo en Colombia, son canciones hermosas, cualquier mujer le da un sí a un hombre.
¿El amor es el gran tema suyo?
Yo siempre he sido un hombre muy enamorado y siempre muy querido… Pero me voy a callar ya.
¿Verdad que usted, de muchacho, quería ser pelotero?
Claro… pero no quiero contar más. Esa historia la echaré en el teatro Amira de la Rosa. Son importantes para la juventud porque aunque sea un hombre tan maduro, todavía tengo un corazón de 20 años.


Teatro Amira de la Rosa 20 de febrero 9:00 pm.

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