Fuente: El País, Colombia
Cuando niño, Alexis Lozano Murillo (1958, Quibdó, Chocó) se sentaba en el comedor de su casa y utilizaba platos, tenedores y vasos para sacar sonidos musicales. Después, dicen, cantaba merengues caribeños mientras Celio y Consolación, sus padres, quedaban embelesados ante esa virtud innata.Todo eso comenzó en Quibdó, en ese poblado del que todo el mundo se lamenta, pero por el que nadie hace nada. Fue allí donde nació ese afán musical por improvisar sonidos que iban desde tocar con tarros de galletas y ollas hasta con instrumentos prestados, que terminaban provocando éxitos legendarios.“Nosotros salíamos a tocar por las calles de Quibdó y en las tiendas nos daban dulces”, recuerda el músico. “En esos tiempos no era bien vista la música, mis padres (educadores) pensaban que era sinónimo de bohemia, borrachos y pobreza”. A pesar de esa prevención, sus siete hermanos acabaron siendo músicos.Pocos saben que la casa donde creció en el barrio César Conde había sido años antes un salón de baile, en el que cada semana se escuchaba chirimía y al lado había una especie de inquilinato donde se quedaban los mejores músicos del Pacífico. “Ese lugar era paso obligado, como la casa del ritmo”, dice.“Mi casa tenía un imán con la música. Allí dejaron su sudor los mejores músicos con las mejores notas, pero eso sólo lo supe después”, recuerda el menor de los hermanos Lozano. A los 9 años recibió su primera clase de guitarra, de la mano de Everto Lozano, su hermano y maestro. Luego vendrían las clases con Cecilio.A los 10 años ya tocaba con su propia agrupación, Los Tremenditos, “recuerdo que nos patrocinaba un vecino, Adrián Castillo”. Ese sexteto, rememora su hermano Everto, era un furor porque “tocaban en ‘agua e’ lulos’, fiestas de 15 años y matrimonios”.Alexis dice que fue una generación de músicos brillantes: Nicolás Cristancho, Daniel Botero, Pacho García, Juvenal Chaverra y Toño Montaña que hicieron de la banda un ícono. “Pocas veces se ha visto un grupo tan notable”, manifiesta Everto, quien notó que Alexis era el líder de la banda.Richie Valdés, amigo de Alexis y cofundador de Guayacán Orquesta, comenta que alguien definitivo en la vida musical de Alexis fue el sacerdote español Isaac Rodríguez, porque con él se vinculó a la escuela musical que tenía en la catedral y allí aprendió a ejecutar instrumentos y leer música.Lozano recuerda que le dijo a Chucho Mosquera, un aprendiz de música, “si yo encuentro alguien que me enseñe a leer música me vuelvo una lumbrera”. A los días, Chucho le dijo que al pueblo había llegado el cura Isaac. Lo primero que aprendió: un método de solfeo del Real Conservatorio de Madrid. Tenía 12 años.Después, el trasegar: miembro de la banda San Francisco de Quibdó de Pedro José Serna y ejecutante de la música folclórica en las chirimías del Chocó. “Toqué la chirimía y recorrí todo el Chocó con las mejores bandas: Los Cunas y La Séptima Dimensión”.Su hermano Cecilio, quien aprendía pedagogía musical en Bogotá, le enseñó lo último de música en Quibdó hasta que un día, con apenas 20 años, salió de su casa, de su barrio, para marcharse a la capital. “Sin darle un peso, con la decisión de un hombre, Alexis agarró una maleta y arrancó para Bogotá. Yo sabía que iba a triunfar”, rememora su madre Consolación, quien no vio con buenos ojos que sus hijos fueran músicos. “¡Yo era educadora!”.Bogotá y Grupo NicheEl resto es historia. A los 20 se ofrece a tocar en sitios nocturnos y termina en un bar de ‘streaptease’ como músico. Luego pasó al bar La Ronda, tocó con Los Hilton, que eran de Zipaquirá, más tarde lo hizo con la orquesta de Chicho Medina, después con la de Washington y sus Latinos.Incluso, pasó por la Banda de Palacio Presidencial, pero se aburrió porque había que trabajar hasta los domingos. Pero allí aprendió lo que necesitaba para su futura orquesta: presentación personal, puntualidad, ensayo constante. Más tarde pasaría al Conservatorio y se nivelaría en los cursos que quería. Era de avanzada, sin duda.“Yo llegué a Bogotá agrandado. No quería hacer música clásica ni ser un aprendiz y se lo dije a los del Conservatorio. Me nivelaron, pero después terminé diciendo que yo quería ser músico de música comercial y no de clásica. Yo tenía algo claro: quería ganar dinero”.Ese deseo lo vino a cristalizar después, cuando Ostwald Serna le presentó a Jairo Varela. “Caminaba un día por la Carrera 7 y vi en la distancia que venían dos negros. Cuando nos vimos, reconocí a Ostwald porque habíamos tocado juntos en Quibdó, fue mi compañero de guitarra. Y dijo mirando a Jairo: ‘Alexis toca todos los instrumentos’ y luego anunció, mirándome: ‘Jairo es compositor de canciones y quiere armar un grupo’. Luego nos tomamos un café”.Se dieron la mano y grabaron cuatro álbumes con un sello: Grupo Niche. Su primera gira fue en Nueva York. Jairo era el visionario y soñador, Alexis materializaba los sueños del compositor. Se volvieron ídolos. Quibdó jamás los volvería a olvidar y su música era un solo camino, ‘Buenaventura y caney’, fue el himno. Y el éxito a los 22 años.“Luego me di cuenta de que Jairo y yo concebíamos la música y el negocio de forma diferente. Cuando el proyecto caminaba y daba dinero, él quería imponer sus ideas y yo no se lo permitía. La diferencia fue ideológica, de concebir la ruta de la música. No fue por nada más”. Vendría más tarde la dura madera de Guayacán."Manso, no pendejo"Alexis Lozano se pasa los días pensando en música. A veces canta, a veces escucha a su hermano que le recuerda historias de su infancia, mientras su madre Consolación sigue pensado por qué sus siete hijos se volvieron músicos.
El País lo visitó en su casa de Ciudad Jardín.
Alexis, ¿qué tan difícil es lograr un éxito musical?
Para hacer un éxito hay que tener talento, gusto y visión. Un músico, creo, es un receptor de la mente universal y cuando disfruta de esa conexión con la gente se puede pensar que la música que uno hace puede gustarle a las personas de Boyacá, Valledupar o Nueva York.Pero Guayacán ya no es tan exitosa...Nosotros somos una orquesta exitosa y cuando no tenemos el éxito consideramos que no acertamos con el gusto de lo que la gente quiere oír. Ningún delantero que coge un balón anota siempre un gol. No tener éxito también es normal.Dicen los que saben de salsa que Guayacán era una orquesta mejor.
¿Es cierto eso?
Eso es verdad. Los tres primeros discos de Guayacán son de salsa erudita, de un nivel salsero muy elevado. Hacíamos salsa que convencía a los salseros, pero era llenar el gusto de las minorías. Entonces, fue cuando decidimos hacer una música sencilla, descomplicada y terminamos siendo exitosos. La misión de los músicos es llevar alegría, pero hacer música erudita es ser excluyente. Volver allá no me interesa.
¿Qué reflexión deja la época de los pasodobles?
Cuando hacemos pasodobles, nosotros queríamos hacer un disco que no fuera salsa, sino música tropical. Pero en los años 90 coinciden en el mercado varios grupos con éxitos y decidimos pensar algo diferente. Para el mercado salsero fue un gran desacierto, pero para el mercado rumbero fue acertado. Con ese disco ganamos más plata que con los discos de salsa. A mí me importaban poco los puristas.
¿A qué suena hoy Guayacán Orquesta?
Usamos la música al servicio de la tierra. Somos un vino añejo, maduro. Cada vez somos más aceptados, seguimos conquistando, estamos vigentes, Guayacán no se envejeció, está vivo entre los niños, nos apetecen. El hombre que camina con el tiempo no envejece. Si alguien dice que antes le gustaba Guayacán y ahora no, es porque se quedó detenido en el tiempo.Pero si no se escucha en la Feria ‘Oiga, mire, vea’ no hay Guayacán...Guayacán ha puesto a bailar a Cali. Hay temas representativos de su gente. Si un extranjero escucha ‘Oiga, mire, vea’ sin conocer Cali, imaginará una fotografía hecha canción: cómo son sus calles, sus mujeres, cómo es su ritmo. Es un tema emblemático como ‘Torero’, del sentimiento caleño.
¿Cómo ve el futuro de la salsa?
Hay grupos que crecen bien como Son de Cali, Ángeles, hay una gran motivación por hacer proyectos. Pero Colombia necesita hacer cambios. Está cerrada a la oportunidad, en la aceptación del artista nacional. Colombia necesita una legislación que proteja el talento colombiano. En esta Feria de Cali se evidenció un gran error de la Administración Municipal y Corfecali. Prevaleció el artista extranjero con perjuicio del artista nacional. Hay que defender la dignidad del artista colombiano. Encontré en esta Feria la oportunidad de expresarme de manera pública. No tengo nada contra con los extranjeros. Papo Lucca ha colaborado en Guayacán, tengo un cantante puertorriqueño en la orquesta. Que quede claro que el dinero público debe ser dirigido para el artista nacional y el privado para los extranjeros.Algunos creen que no fue la forma de protestar...La palabra HP es una palabra que hace parte de la cotidianidad y se usa en momentos de euforia. No me vayan a decir que no soy educado, si soy hijo de dos docentes. Sólo estoy peleando el respeto y la dignidad del artista colombiano. No voy a descansar hasta que el Congreso optimice una legislación que ampare al artista. Lo que importa es el fondo porque edifica, no la forma. Lo que sale de la boca es lo que vale, no lo que entra. Yo no he ofendido a nadie ni he irrespetado. Cuando salen los otros músicos a defender la causa, como Jairo Varela, me dan la razón.
¿Por qué no protestó con música, como lo hacen los grandes músicos?
Yo no quiero maquillar nada. Cuando hay que decir las cosas crudamente hay que decirlas. Cuando me toca maquillar lo hago, pero no era el momento. Hay tiempo para la guerra como hay tiempo para la paz. Y era tiempo de guerra. Me atropellaron a mí y al gremio. Eso es tener claridad mental. No lo dije cantando porque no era tiempo de cantar.
¿No suena eso muy egocéntrico?¿A qué le llama ego?
Yo soy el único productor que se ha ganado siete veces la Feria de Cali. Hice las dos orquesta más importantes de Colombia: Niche y Guayacán. Soy el productor que más conoce la música del Pacífico. He producido y engrandecido éxitos. Yo no puedo permitir que me pisotéen. No he cometido ningún error; ese es mi estilo, con ese temperamento es que hago música linda y tengo dignidad. No me creo más que nadie. Mis obras son grandiosas y eso lo dice la gente, no yo.
¿Yo obligué que me pusieran en una nominación a un Grammy?
A mí la Billboard me citó antes que a Shakira, Juanes o a Carlos Vives. Cuando me dan un disco de oro por vender 300.000 copias en Nueva York no lo estoy diciendo yo. Es mi talento que se expresa. No es que yo sea subido. Soy manso, pero no pendejo.
¿Volvería hacer lo que hizo?
Eso, y hasta más. Es que yo no tengo nada de qué arrepentirme.Hombre de egos Alexis Lozano es capaz de enseñarle a un auditorio abarrotado de niños cómo aprender a tocar maracas, bombardino, guitarra y algo de solfeo en un par de horas. Y a eso, añadirle que todos aprenden, o al menos, nadie olvidará sus consejos musicales que parecen clases magistrales. Le prima la virtud.“Tal vez el mayor aporte de Alexis a la música colombiana fue que hizo canciones con acento chocoano, de Pacífico. Tenía estilo propio, un sonido de salsa con elementos autóctonos que hizo canciones memorables como Juana Blandón”, rememora el investigador musical Richard Yory.El investigador Gary Domínguez recuerda la vez que en la Taberna Latina, su bar musical, Alexis realizó los primeros arreglos de la canción ‘Yolanda’, que inmortalizó Pablo Milanés, y que luego él encumbró. “Fue increíble ver trabajar la trova cubana a la salsa”, dice.“Lo que aportó Alexis fue que en su polifacética musical le imprimió lo que hoy es la salsa criolla. Tenía una gran visión musical, se apartaba de ella, de los ritmos, pero volvía fácilmente. A eso hay que agregarle que tuvo grandes cantantes a su disposición”, agrega Domínguez.Richie Valdés, uno de los cofundadores de Guayacán Orquesta, admite que Alexis es tal vez el mejor gestor musical. “No sólo se abrió camino, sino que abrió el camino a los demás artistas que estaban en el Chocó. Y lo hizo en la salsa como en el folclor. Un músico excepcional. Yo recuerdo que él creo La Banda de Alexis para hacerle seguimiento al folclor del Pacífico mientras estaba por fuera”.Nadie, al parecer, duda de su talento musical. ‘Llegó la hora de la verdad’ (1986), por ejemplo, fue una explosión de salsa nueva, con canciones de cinco minutos que contaban lo que era la vida. Se destacan ‘Juana Blandón’, ‘Tócame la clave’, entre otras. Sus tres discos siguientes fueron notables.El periodista caleño Carlos Penagos sostiene que Lozano es un músico que refleja el sentimiento de la población afrocolombiana y que su conocimiento musical es integral. “Su magia está en que conoce la danza y las raíces del folclor Pacífico y logra reunir en una misma pieza una denuncia, un desamor, un pensamiento con alegría y sabor”.Pedante y explosivoSin embargo, esa denuncia y ese pensamiento crudo lo ha pagado caro. Muchos músicos y amigos cercanos dicen que no puede con su ego, que se sobrepasa en la imprudencia, y en ocasiones en la patanería. Pero él se defiende: “Cuando toca ser cruel toca ser cruel”, asegura.“Como persona es bueno con los buenos y agresivo con los malos. Es un defensor de la igualdad, que en ocasiones, no encuentra la mejor manera de decir las cosas, pero es justamente esa condición de ser humano, lo que lo hace el mejor, defendiendo su causa ‘negra’”, dice el periodista Penagos.Jairo Varela dice que es un músico inteligente, “que no traga entero, que se sale de casillas con facilidad y dice cosas en público que no debería. De pronto, un poco pedante, pero eso no le hace daño a nadie. A lo mejor lo que dijo en la Feria tenía razón, pero no fue la mejor forma”.Betsabé Castro, quien fue jefe de prensa durante varios años de Guayacán Orquesta, asegura que “Alexis es un tipo de egos, brillante, de genio explosivo, pero a la vez humilde, que puede pelear pero a la vez pedir perdón. Creo que la misma gente lo ha endiosado”.Del lío de la Feria, el investigador Yory asegura que ese tipo de protestas se deben hacer con música, con canciones y letras. “Rubén Blades, Eddie Palmieri protestaban con música, con letras candentes, explosivas, que calaban más en la gente y en el mundo. Fue desafortunado lo que dijo”.Tal vez en el fondo de su corazón –dice el investigador Domínguez- no quería generar tanta bronca, “pero digamos que lo dijo y debe asumir esa responsabilidad. Pero estoy seguro de que no quiso herir a sus amigos boricuas ni cubanos que le han dado tanto a su banda y a su prestigio”.Bien se lo dijo a este diario: “Yo tenía un taco en la garganta y tenía que explotar. Yo no maquillo nada”. Pasó lo que pasó. Él ya dijo que lo repetiría. Pero nadie quiere esa pelea.
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